Por Luis Felipe Sapag.
Convencional del MPN y diputado provincial
04/06/2012
En 1960 José y Felipe Sapag recibieron, en Cutral Co, a Miguel Ganem y Antonio “Tuco” Creide, ex intendentes de Junín y San Martín de los Andes. Tuco dijo:
– Estamos cansados de que nos den órdenes desde lejos, de ganar con el voto blanco y que los radicales gobiernen con el 15 por ciento de los votos, nos persigan y la gente viva para la mierda. Felipe, ¡hagamos un partido provincial y gobernemos para la gente!
Fue la visión de una coalición de crianceros, mapuches, empleados, bolicheros y sindicalistas ferroviarios y petroleros que desplazó democráticamente a una caricatura de oligarquía de funcionarios, estancieros, comerciantes, militares y partidos tradicionales, que vivía del atraso y la miseria del resto.
Pasó más de medio siglo y la provincia es muy distinta. La población creció 5 veces, emergieron 50 hospitales, 500 escuelas, 5.000 empresas, 50.000 viviendas dignas y el crecimiento sigue. Pero el MPN hizo más que solo obras, pues la osadía fundacional fue el aprendizaje de un pueblo que rechazó el ideario agroexportador de la Pampa Húmeda, que, desde el gobierno, el servicio militar y la educación, imponía la cultura jerárquica de los “civilizados” sobre los que, sumisamente, obedecían: los indios y los chatos del interior. Con el MPN los neuquenianos también ganamos identidad, cultura y autoconfianza. Con el MPN llegamos a ser Provincia, con mayúscula.
En este siglo acelerado y febril el partido tiene otros retos: pagar deudas pendientes (desigualdades sociales y territoriales), corregir errores (centralización urbana, oligarquías propias), debatir con una renovada oposición y con minorías autorreferenciales (sindicatos estatales, ultra ambientalistas), y encarar nuevos desafíos (localización de las culturas globales, hidrocarburos no convencionales).
Una “junta” de poderosos es reacia, pero hoy es imparable la discusión: cómo recuperar aquella audacia originaria, basada en compromiso, mística militante y gestión, con las herramientas políticas y tecnológicas actuales.
Volver a mirar el querible pasado para encarar el futuro deseable.