Ciencia y Tecnología: el debate pendiente en Neuquén Artículo publicado en el suplemento Debates del diario Río Negro

Por Luis Felipe Sapag
Septiembre de 2007

Neuquén es una de las provincias más modernas de la Argentina, pero entró pasivamente en el drama de la globalización, por lo que necesita imperiosamente un cambio socio-técnico-político liderado por el Estado provincial, para redefinir su ubicación activa y reflexivamente. En ese cometido, la creación participativa de un Sistema Social de Innovaciones sería la herramienta que definiría el éxito o el fracaso del intento.
Felipe Sapag introdujo a la provincia en la “primera modernidad”, según la expresión acuñada por Ulrich Beck, poniéndola a tono con el país a través de un reconocido proceso de planificación y la ejecución, dotándola educación, salud, viviendas e infraestructura básica para el desarrollo. Así Neuquén pasó a mostrar los mejores indicadores en las condiciones de vida, la cultura y la economía. Pero estructuralmente no pudo dejar de funcionar, igual que las demás provincias patagónicas, como periferia relativamente próspera, en su caso gracias a la riqueza hidrocarburífera. Por ello hoy es incapaz de solucionar los graves problemas emergentes, el resultado del éxito de las décadas anteriores: gran desigualdad de ingresos, marcados desequilibrios regionales, carencia de una burguesía moderna inversora e industrializadora, creciente conflictividad social, exportación masiva de sus ingresos petroleros, escaso desarrollo industrial e incipiente deterioro del medio ambiente, todo en el marco de una economía dependiente del clientelismo de las regalías petroleras.
Son las consecuencias de su espontánea globalización económica y cultural desde el arribo de la “segunda modernidad”. La explotación del subsuelo creció e YPF fue reemplazada por firmas multinacionales, el turismo y la forestación prosperaron con inversiones externas, la cultura se internacionalizó y digitalizó, los movimientos sociales se fragmentaron igual que en el resto del mundo, los veranadores venden pelo cashmir y bienes culturales en Europa y los mapuches intentan emerger como nación dentro de un país multiétnico. Incluso el Movimiento Popular Neuquino, a quien le cuesta cada vez más mantener su hegemonía por su creciente crisis de identidad, está afectado por la fragmentación y la indefinición ideológica. 
Jorge Sobisch percibió el fenómeno e intentó insertar a la provincia en el proceso mundializador, pero lo hizo de una manera que el sociólogo argentino Ricardo Sidicaro define como “globalización pasiva”, un estilo de ingreso a la dinámica global mediante la subordinación al inmediatismo de los intereses de las empresas petroleras y de los posibles inversores externos. Siguiendo el axioma neoconservador del retiro del Estado de la acción pública, existe una total ausencia de estrategias para solucionar los problemas, los que se siguen agravando: como dramático icono de las desigualdades, la capital está rodeada de un cordón de villas miserias, en el que vive un quinto de su población; a la par, mapuches y obreros petroleros, en un juego autodestructivo de suma cero, disputan las migajas de la renta petrolera, la comunidad universitaria baila en la cubierta de un buque que se hunde y la conflictivad aumenta con situaciones lamentables como la muerte del maestro Fuentealba. 
La propuesta consiste, y el próximo gobierno abre una esperanza en ese sentido, en un programa de “reglobalización activa”, un proyecto estratégico del Estado para posicionarse como líder de actores capaces de negociar inteligentemente a partir de los abundantes recursos humanos y naturales disponibles. Un proyecto que intente reflexiva y democráticamente no sólo ser clientes demandantes de los vueltos de la riqueza del gas y el petróleo, para ser capaces de ofertar progresivamente nuevos productos y servicios: turismo, forestación, biocombustibles, tecnologías petroleras, software y sistemas, educación avanzada y especialidades agroindustriales con marca de origen. Se trata de instalar un juego de suma positiva en el que maestros, empleados estatales y gobierno dejen de pelear por el presupuesto estatal y se unan para la creación de nuevos capitales económicos y humanos. Lo que Neuquén tiene para ofrecer para el cambio climático es de enorme valor, una posibilidad que hay que crear y que dejarla pasar no sólo sería una posibilidad económica perdida, también un crimen ecológico. 
Para ello es importante que la comunidad discuta la creación planificada de un Sistema Social de Innovaciones. No una jaula de cristal de científicos que estudien la fusión nuclear fría o la computación cuántica, sino un conjunto articulado de esfuerzos dirigidos por un ente provincial autárquico de C y T, que reconozca la unidad en la diversidad coligando las universidades locales, el sistema educativo, los municipios, las etnias originarias, las empresas privadas y las organizaciones civiles, para detectar y ejecutar proyectos innovativos que sustenten el esfuerzo productivo. 
Sería una nueva edificación social, como en su momento fueron el COPADE y la Universidad del Comahue, para discutir con los adalides de la globalización desde el conocimiento, la planificación y la participación.

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Acerca del autor:
Ingeniero industrial con posgrado en Ciencia, Tecnología y Sociedad en la Universidad de Quilmes. Actualmente cursa el doctorado en Ciencias Sociales de FLACSO. 
Profesor titular de Economía en la UTN de Plaza Huincul, de Problemas del Desarrollo en América Latina en la Universidad de Quilmes y de Procesos Tecnológicos en la UNC. Director de I+D de la UTN de Plaza Huincul. 
La tesis de maestría en la UNQui versó sobre la creación de un Sistema Social de Innovaciones en Neuquén, el presidente del jurado fue Tulio del Bono, el actual secretario de CyT de la Nación, que tomó el proyecto como referencia para otras provincias. Una adaptación del proyecto fue discutida en el equipo de Jorge Sapag para su plataforma electoral.