Por Luis Felipe Sapag
La empresa YPF atraviesa una situación crítica: bajo control de una firma multinacional española su producción ha disminuido constantemente en los últimos diez años, como bien mostrara recientemente la presidente. Reservas declinantes más necesidades financieras de los dueños ibéricos (inmersos en la catástrofe económica europea) dieron como resultado que se llevaran todas las ganancias de la mítica organización fundada por el general Enrique Mosconi, descuidando las crecientes necesidades energéticas de los argentinos. Hasta hace poco el paradigma de la “burguesía nacional”, súbitamente YPF ha devenido en la culpable de los déficits energético y de la balanza de pagos. A la par, las usinas opositoras (partidos políticos y oligopolios periodísticos) alientan diagnósticos de caos y pronósticos de desastres. Los movimientos simbólicos (declaraciones, movilizaciones en las provincias de más al sur) y materiales (quitas de precios preferenciales, reversión de yacimientos) auguran cambios rotundos. Todo indica, como en las películas de suspenso (con música de fondo tipo “chachan, chachaaan”), que algo grande está por suceder: se habla de intervención y hasta de nacionalización.
Mientras la tensión aumenta, casi todos se olvidan de algo esencial: una cosa es la empresa y otra los socios eventualmente a cargo. Muy distintos que los opulentos y ansiosos capitalistas foráneos son los directivos intermedios, profesionales, empleados y obreros; las miles de empresas pequeñas, medianas y grandes que proveen servicios e insumos; las comunidades, regiones y municipios que dependen de sus actividades; los equipamientos y las infraestructuras; el acervo de conocimientos geológicos, tecnológicos e idiosincrásicos que se han acumulado; en fin, la sólida cultura socio-tecnológica casi centenaria, que bien conocemos los neuquenianos.
Ese capital económico, científico, cultural y humano es lo que está en juego y que nadie (o pocos) tienen en cuenta. Los que convivimos con la gente ypefiana, que son nuestros amigos y parientes; que sufrimos por su angustia ante la incertidumbre; que queremos la empresa como amamos nuestra identidad, esperamos que esta situación de transición termine pronto y bien.
Poco sabemos de los propietarios ausentistas, salvo que están preocupados por su plan de negocios. Que haya más capital nacional y más control, que el Estado compre o expropie las acciones (personalmente prefiero que, estatal o no, la mayoría sea nacional), pero que sea pronto y con un plan sólido, para que vuelvan la tranquilidad y la planificación, para que la EMPRESA YPF vuelva a trabajar con el entusiasmo necesario para darle a la Argentina la energía que necesita.